"Estamos inundados de información y sedientos de conocimiento" (Anónimo).

martes, 24 de octubre de 2006

Visita al Fondo Antiguo de la Universidad de Sevilla

La cita era a las cuatro de la tarde. Aunque había sido un duro día de trabajo, me encaminaba con curiosidad y con el resto de las fuerzas que me quedaban hacia el rectorado de la Universidad de Sevilla. Iba a encontrarme, una vez más, con los libros, algo que siempre he disfrutado. Una biblioteca siempre ha sido para mí algo más que un lugar lleno de libros.

En esta ocasión iba a visitar uno de los sitios más interesantes, sino el que más, en lo que a libros antiguos se refiere. El Fondo Antiguo de la universidad nos esperaba de la mano de su jefe de sección, Eduardo Peñalver. Para el que nunca haya visitado el rectorado de la universidad hispalense, el Servicio Central de biblioteca es el centro neurálgico de todas las bibliotecas de departamentos con las que cuenta la universidad. Su acceso es libre para todos los ciudadanos de Sevilla que presenten su DNI, pudiendo hacer incluso préstamos tras solicitar el carnet de esta biblioteca. El Servicio Central se complementa con una Sala de Estudios y una Sala de Investigación, referencia para los investigadores del archivo de la biblioteca y del fondo antiguo. En total, biblioteca, archivo y fondo antiguo se distribuyen a lo largo de seis plantas.

Como nos comentó Eduardo, existen varios instrumentos de descripción, el más importante su catálogo, del que sólo el 10% está informatizado. Como curiosidad nos comentó que estuvo realizado por alumnos investigadores y que no es todo lo práctico y útil que podría ser, al tener unos criterios de clasificación insuficientes o que no fueron quizá los más adecuados. También nos comentó que en el archivo no se cumple realmente el ciclo de los documentos. Continuando su charla sobre el archivo, nos comentó la cantidad de información que en él se encuentra acerca de Maese Rodrigo Fernández de Santaella, fundador de la Universidad de Sevilla y la existencia de las Bulas de Fundación firmadas por el papa Julio II. En el archivo también se conservan, en microfichas, el Archivo Historiográfico de España, Portugal e Iberoamérica y la Biblioteca Palatina, aquella que fue regalada al vaticano y que fue microfilmada en su totalidad. Existen además un catálogo colectivo que estaba llevando a cabo el Vaticano, el llamado Index Aureliensis que se ha quedado por la letra “E”. Nos comentó la existencia de varias bibliografías de libros de una antigüedad contrastada (siglos XVII, XVIII, XIX…), entre ellas, la de Antonio Palau Ibicet sobre libros de autores españoles, portugueses e iberoamericanos. Se trata de un trabajo de una gran exhaustividad y cumplidamente extenso, con más de veinte volúmenes. Su aportación mayor fue la elaboración de un índice por materias, que anticipaba la búsqueda pro palabra clave. Como se dice en el gremio “si no está en el Palau, es difícil que lo encuentres”. También nos comentó la existencia de una bibliografía de Literatura Hispánica, que a efectos prácticos es como un catálogo (aunque sólo llega hasta la “P”). También cuentan con la bibliografía de la Biblioteca Hispana, dividida entre la Vetus (hasta 1500) y la Nova (después de 1500), de Nicolás Antonio.

En cuanto a la composición y orígenes de los fondos, Eduardo nos trazó a grandes rasgos la construcción cronológica del mismo, que comenzaría con el núcleo inicial de la donación de Maese Rodrigo (siglos XVI y XVII). Luis Beyúa donaría en el XVIII una parte de su biblioteca a la universidad y la otra a un convento, cuyos fondos están documentados por la universidad. En 1770 se expulsa a los jesuitas de España y sus fondos llegan a la Universidad de Sevilla. Este fondo que recibe es de suma importancia puesto que los mejores libros y la enseñanza de calidad estaban en manos de esta orden religiosa. También pasa a pertenecer a la universidad el edificio que ha albergado hasta ahora la universidad de Bellas Artes. Un poco más tarde nuevos fondos llegarían hasta la biblioteca a través de la desamortización de Mendizábal (un proceso del todo irregular donde se perdieron multitud de ejemplares en loa transportes etc.). Así se crea el núcleo básico de la biblioteca, que se ve reforzado por la donación de profesores y personajes ilustres, como Luis Montoto, Joaquín Buché o el propio Manuel Azaña).

Por último, Eduardo nos mostró amablemente varios ejemplares que engrosan el fondo antiguo, todos de un valor incalculable. Comenzó su exposición enseñándonos un Corán con bolsa de una belleza incontestable. La razón de la bolsa era la costumbre del musulmán de desplazarse con un ejemplar del Corán consigo. Como curiosidad cabe decir que la bolsa estaba decorada por dentro, un detalle que nos recuerda la concepción islámica de no ostentar demasiado la belleza y la calidad en el exterior, sino en el interior de sus obras. Un magnífico ejemplar con dorados alrededor de la cubierta nos era definido como de decoración de Ibarra, el mejor impresor del siglo XVIII español. En su interior encontrábamos grabados calcográficos y se nos comentó la existencia de dos ejemplares del Quijote de este impresor en el Fondo Antiguo. También es de destacar una miniatura del siglo XVIII, un Civirio, perteneciente a la imprenta de Luís Elcevier, holandés que era capaz de imprimir una letra muy pequeña pero que sin embargo podía leerse muy bien. Un índice de libros prohibidos de Juan de Pineda (editado por Antonio Zapata) nos mostraba en sus primeras páginas una fachada frontispicia barroca típica del siglo XVII. Un ejemplo de la novela italiana nos venía dado por El sueño de Polifilio de Francesco de Colonna. Algunos de sus grabados pudieron ser de Andrea Mantenga. En la impresión italiana el hombre trascendental del siglo XV fue sin duda Aldo Mancio, que sustituyó la letra gótica por una más redondeada. No obstante, la joya de este Fondo Antiguo fue la Biblia Nazarina o de Gutenberg, en típica encuadernación Holandesa (cuando el lomo y la cubierta son de materiales distintos) y letra gótica-uncial. Se trataba de uno de los libros de la primera serie impresa pro la primera imprenta de la historia, antes de Agosto de 1454. Ante un objeto tan determinante de la historia del hombre uno sólo puede maravillarse o no creerse realmente lo que hay a un metro de su mano. Sólo existe otro en toda España, en Biblioteca Pública de Burgos. La visita concluyó mostrándonos la labor de su equipo en la digitalización bibliográfica, recordándonos que ya están digitalizados todos los incunables del Fondo Antiguo y que poseen una interesantísima clasificación de grabados digitalizados. Tanto los incunables como los grabados pueden ser descargados gratuitamente.

A mi salida del fondo y de la misma biblioteca central, e incluso yo diría más, cuando regresaba a mi casa, comprendí la gran oportunidad que había tenido al poder observar libros de tanta antigüedad y tan absolutamente valiosos. La Biblia de Gutenberg, un ejemplar único que está bajo cristales en Burgos se nos presentó al alcance de la mano y una experiencia así, la de poder examinar un libro tan importante de forma tan directa es de las que quedan para siempre en el recuerdo de todo aquel que disfruta de los libros. Otra cosa que me llamó la atención fue la cantidad de páginas censuras y desperfectos que sufrieron algunos incunables por la censura, una verdadera pena. Quizá lo que más me decepcionó es la imposibilidad de poder ver con más calma y examinar esos libros tan especiales con más tranquilidad. No obstante, eso es algo que me propongo para el futuro gracias a la posibilidad de acceder al Fondo Antiguo presentando solamente mi carnet de identidad o consultándolos a través de la red. Además de ello, un paseo por las distintas plantas y por las estanterías de este archivo hubiera hecho más completa si cabe esta visita.

En definitiva, esta visita es totalmente recomendable para cualquier amante de los libros y va a ser, gracias a la accesibilidad de la misma, una de mis propuestas para la biblioteca pública de Almensilla y su Club de Lectura.